Luisa comienza escribiendo cosas acerca de su hermana Julia respondiendo a la petición de su profesora, quien le solicita una redacción sobre una persona con la que viva. Sin embargo, luego quiere contar más cosas, porque así comprende mejor a su hermana y también puede revelar algún secreto.
Así, habla de un día en que las sirenas no paraban de sonar porque un petrolero ruso perdió su carga en una de las playas del pueblo y lo que ello supuso para los lugareños. Cuenta que a Julia le gusta la música clásica y cómo canta en el baño, las sorprendentes salidas que en ocasiones tiene su hermana, el trabajo de su madre y las dificultades que encuentra para compaginarlo con el cuidado de sus hijas, además de sus propias ocurrencias y sentimientos.
La madre de Julia y Luisa es genial. Adora a su hija diferente y la contiene y la trata con paciencia y buen humor pero en ocasiones también pierde los estribos, se exaspera, se angustia, llega al borde de la tolerancia. Y se quiebra. Es entonces cuando habla con Luisa y en el diálogo con su hija mayor puede, por un lado, serenarse y, por el otro, encontrar el apoyo que su ex- marido no le da.